Para entender mejor toda la variedad de la que disponemos, vamos a clasificarlas según su origen:
Rocas magmáticas o ígneas
Formadas gracias al enfriamiento del magma, que sale del interior de la tierra a través de fracturas.
Durante el ascenso, y a medida que la temperatura y la presión van disminuyendo, el magma se enfría. Este enfriamiento causa la formación de distintos minerales. Dependiendo de la velocidad de enfriamiento, obtenemos un tipo de piedra u otra. Si éste es lo suficientemente lento para permitir el crecimiento de nuevos minerales a un tamaño visible a la vista, tendremos una piedra con aspecto granulado. Es decir, granito.
Granito: es la piedra natural todoterreno. Resistente a todo. Soporta las alteraciones atmosféricas, desgastes y rayados y, además, es aislante de la humedad.
Basalto: es una de las rocas más extendidas sobre la corteza terrestre... ¡y sobre Marte! Su formación es producto del rápido enfriamiento del magma que expulsan los volcanes, por lo que es altamente resistente al calor, pero impermeable. Su densidad es considerablemente más alta a la del granito y mármol.
Onix: De la familia de las rocas magmáticas, es considerada una piedra semipreciosa.
Se forma como resultado de los depósitos de sílice durante el flujo de agua en grietas a una temperatura inferior a 200°. Usada también desde tiempos inmemoriables en joyeria y otros objetos, hoy en día es una de las piezas más impresionantes que podemos obtener de la naturaleza.
Piedras calizas y areniscas
Formadas en los mares cálidos, fuentes termales, ríos y manantiales. Suele presentar altos contenidos en fósiles animales y vegetales. Tiene propiedades de resistencia térmica y gracias a su alta porosidad y superficie rugosa, es altamente antideslizante.
Suele presentar tonos ocres y beiges, aunque dependiendo de la procedencia la tonalidad y el nivel de porosidad puede variar.
Sus usos son sobretodo para pavimento exterior y fachada. La piedra caliza más conocida es el Travertino.
Rocas metamórficas
Son el resultado de cambios que han experimentado rocas ya existentes. Estos cambios son el resultado de una altísima presión y/o temperatura que ha provocado cambios en la mineralogía y en la textura y, en algunos casos, también en la composición química.
Las rocas metamórficas más conocidas son el mármol, las cuarcitas y la pizarra.
El mármol, la piedra natural por excelencia. Su nombre, proveniente del griego (μάρμαρον), significa brillar.
Ha sido el material elegido para edificar las más importantes construcciones de nuestra civilización. Sus colores son prácticamente infinitos. Desde verdes intensísimos, a azules, negros y marrones, pasando por el blanco más impoluto, con o sin vetas. Sus usos son también inabarcables, ya que puede usarse en todo tipo de superficies y cómo elemento ornamental. Al ser una roca fácilmente manejable pero a la vez muy densa, muchos tipos de mármol permiten un laminado fino, de forma que obtenemos una tabla translúcida muy valorada como pieza decorativa. Hay que tener especial cuidado con los ácidos, ya que atacan al material y podrían dejar manchas imposibles de eliminar sin pulir la pieza.
La cuarcita, del griego antiguo “krystallos” significa “hielo”. Es una roca tremendamente resistente a la erosión, similar al granito. Su gama de colores es amplia, y pasa desde los negros más intensos a grises, blancos y rojizos, muchas veces combinado con preciosos veteados. Gracias a su alta resistencia, es utilizada en diversas aplicaciones, ya sea en fachadas, pavimentos o encimeras de cocina.